En la década de los noventa del siglo pasado las políticas de educación superior insistieron en redefinir el vínculo de las universidades con la sociedad, abarcando cada una de sus actividades sustantivas y sus formas de financiamiento. De esta manera, en términos de la docencia, se planteó su funcionalidad a los nuevos requerimientos del mercado, en tanto que la vinculación con el sector productivo –en especial el empresarial– y la aplicabilidad del conocimiento se consideraron como parte las orientaciones para las investigaciones que se realizan en su seno, en otros términos se planteó la pertinencia de ellas.
En la medida que evolucionaron, por un lado, la percepción y la teorización de una sociedad del conocimiento, y por otro la relevancia de las dimensiones local y regional, se planteó también una revaloración del papel que juegan las universidades en su entorno, considerándolas como un actor fundamental para el desarrollo de sus regiones.
En este contexto, las instituciones universitarias de América Latina iniciaron un conjunto de transformaciones que intentaban dar respuesta a las nuevas demandas sociales y económicas; los proyectos y sus alcances han sido muy variados, por lo que es importante conocer las experiencias realizadas hasta ahora.
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